El ex cantante de One Direction murió el último miércoles en Buenos Aires. Durante su carrera habló de las presiones desde joven que lo llevaron a una profunda crisis personal. Su relación con las adicciones y su deseo de libertad
Liam Payne, exintegrante de la popular banda One Direction, conmocionó al mundo al ser encontrado sin vida tras caer desde el tercer piso del Hotel Casa Sur en el barrio de Palermo de Buenos Aires. El británico de 31 años tienía un historial complejo de salud, que incluía problemas renales desde su nacimiento prematuro, ansiedad, agorafobia, y también una larga lucha contra el alcoholismo, su salud mental y un trastorno de bipolaridad que él mismo reveló en varias entrevistas a lo largo de los años y decantaron en su fallecimiento.
Durante años, Liam habló abiertamente sobre sus batallas personales, haciendo de sus confesiones un intento por arrojar luz sobre las dificultades de la salud mental, especialmente en la implacable industria del entretenimiento. Desde su explosión a la fama en The X Factor hasta su ascenso a la cúspide de la música pop, su vida fue una constante montaña rusa de emociones. Sin embargo, detrás de las luces y el glamour, Liam libraba una guerra privada que, como él mismo admitió, lo dejó al borde de la autodestrucción en más de una ocasión.
Apenas un año antes de su trágica muerte, Payne había dado una señal de advertencia en una entrevista para W Radio Colombia, donde reveló las cicatrices que le había dejado la fama. “Es una gran vida y estoy agradecido por ello, pero hubo momentos bajos que nunca minimizaré”, confesó. Aunque en aquel entonces aseguró que se encontraba “del otro lado” de sus problemas, el peso de su pasado y los altibajos emocionales que lo acompañaban lo siguieron hasta sus últimos días.
La lucha con el alcoholismo y la fama
El alcoholismo de Liam Payne comenzó durante los años más intensos de One Direction, cuando el grupo, en la cima del éxito global, vivía prácticamente encerrado en habitaciones de hotel debido a la presión y la seguridad que los rodeaba. En entrevistas posteriores, Payne confesó que, ante esa falta de libertad, encontró en el minibar de su habitación un refugio peligroso. “¿Qué había allí? ¡Minibar! Entonces pensé: ‘Voy a beber solo’”, dijo en una conversación con The Guardian.
Este hábito, que al principio parecía inofensivo, pronto se transformó en una dependencia que duró varios años. La fama, lejos de ser la experiencia soñada, se convirtió en un peso abrumador para Payne. Las giras interminables y la constante exposición mediática contribuyeron a que su relación con el alcohol se profundizara. “Parecía que podíamos hacer lo que quisiéramos, pero estábamos encerrados”, recordó el cantante. “Íbamos del auto al hotel, nos subíamos al escenario, cantábamos y luego volvíamos al encierro, y cuando eres adolescente, necesitas libertad”.
El impacto de este estilo de vida fue devastador para Payne. En 2016, tras la separación de One Direction, el cantante cayó en uno de los periodos más oscuros de su vida. La soledad y la presión casi lo llevaron a quitarse la vida. “Ese nivel de soledad te hace preguntarte: ‘¿Terminará esto algún día?’. Eso casi me mató un par de veces”, confesó en el programa Ant Middleton & Liam Payne: Straight Talking.
Trastorno bipolar: un diagnóstico inesperado
Mientras Payne intentaba recuperarse del alcoholismo, otro desafío lo sorprendió: fue diagnosticado con trastorno bipolar, una condición que no solo afectaba su estado de ánimo, sino también su capacidad para llevar una vida normal bajo los reflectores. En una entrevista con The Sun, el cantante explicó cómo la presión de estar en el escenario mientras lidiaba con esta condición mental lo hacía sentir atrapado en un disfraz: “Salir y poner esa sonrisa feliz en mi cara y cantar las canciones, honestamente, a veces era como ponerme uno de esos disfraces. Salía y, debajo del disfraz, la gente realmente no veía lo que estaba pasando”.
El trastorno bipolar, que se caracteriza por episodios maníacos y depresivos, complicaba aún más la lucha interna de Payne. Durante las giras, mientras miles de fanáticos lo aclamaban en los conciertos, él enfrentaba una batalla interna contra su propia mente. “No debería haber podido hacer tantos shows como lo hicimos, si soy brutalmente honesto al respecto”, admitió.
Medicación, recaídas y terapia
Para sobrellevar los cambios de ánimo, Payne comenzó a tomar una medicación destinada originalmente para tratar la epilepsia, que le ayudaba a estabilizar sus emociones. Sin embargo, esta misma medicación afectaba su capacidad para funcionar bajo ciertas condiciones, especialmente durante las presentaciones en vivo. “Bajo ciertas luces en el escenario o durante una entrevista, no era capaz ni de decir mi nombre”, contó en una entrevista con The Guardian.
A pesar de estos desafíos, Liam intentó encontrar equilibrio. Luego de la disolución de la banda, pasó dos años en terapia y dedicó seis meses a descansar, alejándose de los escenarios y de la industria musical para enfocarse en su recuperación personal. Sin embargo, sus altibajos emocionales seguían persiguiéndolo. En 2021, Payne admitió en el podcast The Diary of a CEO que llegó a un punto en el que ya no se reconocía a sí mismo. “Eran como unas cuantas fotos mías en un barco, y estaba como hinchado… Mi rostro era como 10 veces más grande de lo que es ahora”, contó. “Simplemente no me gustaba mucho, así que hice un cambio”.
La batalla que nunca terminó
En julio de 2023, Payne parecía haber encontrado un camino hacia la recuperación. En un video en YouTube, habló sobre su proceso de rehabilitación y cómo su exesposa, Cheryl Cole, y su hijo Bear le habían dado la fuerza para retomar el control de su vida. “No hay sentido en intentar ser un padre cuando no tienes nada que enseñar”, confesó, agradeciendo a su familia por el apoyo incondicional.
Sin embargo, la paz que Payne buscaba seguía siendo esquiva. Unos meses más tarde, en septiembre, fue hospitalizado de urgencia debido a una infección renal grave, lo que lo obligó a cancelar su gira por Sudamérica. Esta recaída en su salud física y mental marcó el inicio de su último y doloroso capítulo.
La vida de Liam Payne fue una montaña rusa de éxitos y tragedias, y aunque intentó levantarse después de cada caída, las cicatrices de la fama y sus demonios personales lo persiguieron hasta el final. Hoy, su legado no solo está en la música que dejó, sino también en las conversaciones que abrió sobre la salud mental, el alcoholismo y los desafíos de vivir bajo los reflectores.