La terapia se ha probado con éxito en pacientes con anemia de células falciformes, una dolorosa enfermedad genética de la sangre
La revolucionaria edición genética CRISPR se presentó este martes al exigente examen de la agencia del medicamento estadounidense (FDA). Tras una audiencia de siete horas, el regulador sanitario pareció más cerca de aprobar un tratamiento basado en esa técnica y bautizado como exa-cel.
El permiso lo solicitaban los laboratorios Vertex Pharmaceuticals, con sede en Boston, y el suizo CRISPR Therapeutics, cuya cotización en bolsa quedó suspendida mientras duraba la sesión. Juntos han diseñado una terapia basada en la edición del genoma contra una dolorosa enfermedad de la sangre: la anemia de células falciformes, una malformación genética responsable de la deformación de los glóbulos rojos. Es una de las la más frecuentes del mundo, y afecta a millones de personas, 100.000 solo en Estados Unidos. También promete mejorar las perspectivas de los pacientes de otra anemia congénita: la betatalasemia, que obliga a recibir transfusiones de por vida.
La anemia de células falciformes provoca que los glóbulos rojos, en lugar de la acostumbrada forma redonda, adquieran la silueta de una media luna, lo que hace que se atasquen en los vasos sanguíneos y provoquen dolores incompatibles con el desarrollo de una vida normal. La mayoría de los pacientes no vive más allá de los 40 o los 50 años.
Los expertos externos convocados por la FDA dedicaron la audiencia no tanto a la eficacia o la seguridad del exa-cel, sino a si los métodos utilizados por Vertex y CRISPR Therapeutics, que se demostraron exitosos en 29 de los 30 pacientes tratados, tienen el potencial riesgo de realizar cambios indeseados en el ADN. Es lo que se conoce como “edición fuera del objetivo” (off-target editing): modificaciones genéticas que pueden ser intrascendentes o resultar dañinas si afectan a ciertas regiones del genoma. Según quedó claro este martes, para el regulador sanitario estadounidense es prioritario garantizar que el tratamiento no tendrá esos efectos no buscados.
Al final de la jornada, los expertos estuvieron de acuerdo en la utilidad de realizar más comprobaciones, pero varios de ellos expresaron su entusiasmo, así como el convencimiento de que los beneficios del exa-cel superan con creces las dudas sobre sus riesgos. Los responsables de Vertex planean hacer un seguimiento durante los 15 próximos años de los pacientes tratados para identificar posibles efectos secundarios.
De lo que no se habló en la reunión de la FDA es de uno de los principales obstáculos del exa-cel: su precio. Está previsto que cueste millones de dólares, lo que hará casi imposible su administración en los países menos desarrollados, donde la incidencia de la enfermedad es más alta. “Es una dolencia que se ceba con las personas de ascendencias africana, del Sudeste asiático y mediterránea [por Oriente Próximo]”, explicó el hepatólogo Karl Kassamon.
El trámite de este martes suele suponer el paso final antes de que la agencia tome una decisión. La FDA tiene como fecha límite el 8 de diciembre.
Historias de dolor
Durante la presentación, una decena de pacientes que ya se beneficiaron de los ensayos clínicos preliminares compartieron sus casos, con el ruego de que la FDA dé luz verde al exa-cel (ciertamente más fácil de decir que su nombre completo: “exagamglogene autotemcel”).
Describieron padecimientos inimaginables. Tal vez el caso más famoso sea el de Victoria Gray, una mujer negra que fue la primera en someterse al tratamiento y abrió este martes el turno de la audiencia pública para contar que llegó a consumir “tres opiáceos distintos” para tratarse el dolor y que durante la peor crisis de su vida se tiró “tres días despierta”. “No podía usar las piernas o los brazos; ni siquiera podía empuñar un tenedor para alimentarme, tampoco lavarme la cara”. Ahora, gracias al exa-cel, que recibió en un ensayo experimental en Nashville, puede trabajar a tiempo completo, “contribuir a la economía familiar” y dedicarse “a sus hijos”, y ha dejado atrás las “transfusiones de sangre, los opiáceos y las constantes hospitalizaciones”.
Otra testigo, Kelly Howard ―también afroamericana― recordó que antes de cumplir un año” la hospitalizaron “más de 13 veces” y que en 2022 las visitas ascendieron a 100. “El tratamiento que les pido que aprueben para todos los guerreros de la anemia de células falciformes me ha librado de una enfermedad contra la que he luchado los 33 años de mi vida”, añadió.
Lo que los médicos hicieron con Gray y Howard fue extraerles células madre sanguíneas de la médula ósea, y enviarlas a un laboratorio en el que se editaron usando la técnica CRISPR-Cas9. Del ADN, cortaron un gen llamado BCL11A que controla la producción de una proteína, la hemoglobina fetal, responsable de la anemia congénita. Las células editadas se congelaron y se envíaron de regreso al hospital, donde, tras un tratamiento de quimioterapia para matar las células sanguíneas enfermas de la médula, se transfundieron de nuevo al paciente. En unas semanas, la sangre, regenerada por sí misma, quedó así limpia.
Una vez se apruebe definitivamente el exa-cel en Estados Unidos, se espera que Europa siga el mismo camino.
En 2012, Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier desarrollaron un método para la edición del genoma de alta precisión que bautizaron como CRISPR-Cas9. Aquel descubrimiento, algo así como unas sofisticadísimas tijeras genéticas, les valió el Premio Nobel de Química en 2020. La Academia Sueca destacó entonces las posibilidades del CRISPR para desarrollar nuevas terapias contra el cáncer o contra muchas otras enfermedades hereditarias, como la anemia de células falciformes o la betatalasemia.
La industria agroalimentaria también se frota las manos ante el mundo de posibilidades que esta nueva técnica ha abierto.