martes, febrero 4

“Aristóteles no es simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás”

Aristóteles no es simplemente el filósofo antiguo más importante, ni simplemente el filósofo más importante de todos los tiempos; Aristóteles es el ser humano más importante que haya vivido jamás“.

Eso declaró el filósofo británico John Sellars en un artículo de la revista Antigone previo a la publicación de su libro “Aristotle: Understanding the World’s Greatest Philosopher”.

En español, se llama “Lecciones de Aristóteles: comprender al mayor filósofo de todos los tiempos”.

Ambos títulos reflejan lo que motivó a Sellars a escribir el libro: su experiencia como estudiante de filosofía.

“Cuando empecé, era muy consciente de que Aristóteles era una figura importante, pero me parecía muy intimidante. Cada vez que intentaba sumergirme en sus obras, me perdía casi inmediatamente”.

No obstante, perseveró y aprendió que “hay que saber leerlo”. ¿Cómo? “Lentamente”.

Su libro es un abrebocas, que espera nos anime a explorar los escritos del filósofo del IV y III siglo a.C., nos sirva de orientación en el camino, y nos ayude a descubrir cuán brillante es.

Y lo es, pero ¿”el más grande del mundo”, “el mayor de todos los tiempos”, “el ser humano más importante”?…

“Ese es mi punto de vista, y sé que hay otros académicos que lo compartirían, no todos claro, pero no soy el único que piensa así”, le dijo a BBC Mundo.

Sin duda, pero las opiniones claman justificación, particularmente si son las de un respetado experto en saberes como Sellars, profesor de Filosofía en la Universidad Royal Holloway y autor de las aclamadas “Lecciones de estoicismo” y “Lecciones de epicureísmo”.

Así que le pedimos que nos convenciera.

Pero antes…

Recordemos sucintamente

Aristóteles forma parte de esa tríada dorada de la filosofía clásica que completan Sócrates y Platón.

Era originario del norte de Grecia, y a los 18 años se fue a estudiar en la Academia de Platón en Atenas donde, durante dos décadas, fue pupilo y luego colega del gran pensador.

Con el tiempo, aunque siempre reconoció cuánto le debía a su maestro, fue distanciándose de sus ideas y desarrollando sus propias opiniones.

Tras la muerte de Platón, dejó Atenas y, tras un tiempo en Asia Menor, se mudó a la isla griega de Lesbos, donde se dedicó a estudiar el mundo natural.

Años después, el rey Filipo de Macedonia lo invitó a volver al norte de Grecia para ser tutor de su hijo Alejandro, quien más tarde sería conocido como Alejandro Magno.

Cuando Filipo fue asesinado mientras Alejandro estaba en su gran campaña por Oriente Medio e India, Aristóteles temió por su seguridad, y regresó a Atenas, donde fundó su propia escuela, el Liceo.

Tenía 50 años. Murió a los 62, dejando una vasta biblioteca, que incluía sus propios y numerosos escritos.

Según la Enciclopedia Británica, las obras de Aristóteles que se conservan, aunque probablemente representan solo una quinta parte de su producción total, suman alrededor de un millón de palabras.

Aunque Sellars acepta que decir que es la persona más importante de todas es una afirmación aparentemente “descabellada, tan grandilocuente que puede parecer una hipérbole escandalosa”, la dimensión está de su parte.

“Creo que es el más grande en términos de la escala de su influencia y el impacto que ha tenido.

“Sencillamente, contribuyó tanto a tantas cosas que siguen siendo relevantes hoy en día que ni siquiera no percatamos de que están conectadas con él”.

Con el agua hasta las rodillas

Aristóteles no era sólo el prototipo de filósofo sentado en una academia o un palacio de la Antigua Grecia cavilando con la mirada perdida en el infinito.

Como su objeto de estudio era el mundo que lo rodeaba, también solía hacer trabajo de campo, cuenta Sellars.

Cuando se dedicó a explorar la vida natural, “iba a las playas y, con el agua hasta las rodillas, observaba a los animales, atrapaba insectos, peces, cangrejos y pulpos, y luego los examinaba”.

“Hasta entonces, nadie había tratado de estudiar sistemáticamente a los seres vivos”.

Así, creó la disciplina de la biología.

Pero ojo, esto no quiere decir que sus conclusiones fueran correctas. De hecho, la mayor parte del conocimiento que derivó de sus observaciones en este campo está obsoleta.

Sin embargo, el que se haya probado que lo que él creyó entender era falso, no devalúa su obra, pues en el meollo de su pensamiento está el que la evidencia triunfa sobre la teoría.

“Toda teoría está abierta a la refutación mediante una observación posterior, dijo más de una vez Aristóteles”, subraya Sellars.

Además, lo excepcional es la forma en que buscó conocimiento, que “sentó las bases de la ciencia empírica”.

“Reflexionando sobre la naturaleza de la ciencia, se le ocurrió un método para el pensamiento científico, que fue otro avance realmente importante”.

Y, mientras “estaba tratando de entender cómo funcionaban los seres vivos, desarrolló un enfoque que luego aplicó en otros campos”.

Otras aguas

Por ejemplo: Aristóteles adoptó su metodología del conocimiento en sus estudios sobre política.

Para entenderla, y escribir sobre ella, necesitaba muestras, así que “recopiló copias de todas las constituciones de las diferentes ciudades del antiguo mundo mediterráneo”, señala Sellars.

Eso le permitió comparar y analizar las diferentes ciudades y comunidades.

Así como los animales, los diferentes tipos de gobiernos se podían clasificar -monarquías, oligarquías, democrácias- y, basándose en información histórica, tener una idea de cuáles florecieron.

Fue un enfoque muy científico que marcó el comienzo de las ciencias sociales.

“La política puede ser un tema acalorado y la gente tiene opiniones fuertes.

“La idea de intentar dar un paso atrás y adoptar este enfoque más científico, recopilando información antes de emitir un juicio, es una forma muy madura de pensar en política que todavía no hemos aprendido del todo”, comenta el autor.